CRISTO DE SANTA TERESA
México, Siglo XIX
Óleo sobre tela
Con la inscripción en cartela: "EL SEÑOR DE SANTA TERESA"
Detalles de conservación. Reentelado
53 x 38 cm
De acuerdo con una tradición que data de la época virreinal, en el año de 1545 don Alonso de Villaseca, minero y comerciante, colocó en el real de minas de Plomo Pobre, en el actual estado de Guerrero, una imagen de un Crucificado al que llamarían indistintamente Santo Cristo de Zimapán, del Cardonal, de las minas de Plomo Pobre y, más comúnmente, de Ixmiquilpan. Una hermosa escultura de los años cincuenta del siglo XVI, de las conocidas como de caña, que hoy puede calificarse como polimatérica, pero que, desgraciadamente, se deterioró con el paso del tiempo; sin embargo, su importancia creció cuando, según los relatos de aquel tiempo, de manera sorprendente la imagen se renovó sin intervención humana; un gran acontecimiento que fue relatado por el doctor Alonso Alberto de Velasco en una obra que fue publicada en la Ciudad de México en el año de 1689 y que llevó por título Renovación por sí misma de la Soberana Imagen de Christo Señor Nuestro Crucificado que llaman de Yzmiquilpan, colocada en la iglesia del convento de San Joseph de religiosas carmelitas descalzas desta imperial Ciudad de México.
Después de ese suceso, que fue calificado como milagroso, el arzobispo Juan Pérez de la Serna retiró la imagen del real de minas y la llevó al palacio arzobispal de la Ciudad de México, pero cuando el prelado se disponía a regresar a España, la envió al convento de monjas de San José de Carmelitas Descalzas de Santa Teresa, donde la colocaron "al lado de la epístola del altar mayor de la iglesia vieja, en una pequeñita capilla, que dentro de la clausura y vivienda interior estaba hecha, y tenía por la parte de afuera del presbiterio una ventana con reja de balaustres de hierro o bronce dorado, donde con toda decencia y veneración estaba colocada en un curioso baldoquín [sic] con dos lámparas de plata de la parte de adentro". El Cristo permanecía oculto tras una cortina de seda que se abría los viernes, "descubriendo la santa imagen con muchas luces y olorosos perfumes, para que los fieles la adorasen y venerasen". Dentro de la misma capilla y al pie de la cruz se encontraba "un cofrecito pequeño, curiosamente aforrado en terciopelo carmesí y tachonado", que contenía las reliquias del cuerpo de Gregorio López, "primer anacoreta de estas Indias". Estas reliquias fueron trasladadas a la Catedral en el año de 1636. Del nombre del convento derivó que el Santo Cristo fuera conocido también como el Señor de Santa Teresa.
Fuente: Martha Fernández, "Las capillas del Santo Señor de Santa Teresa". Revista Imágenes. UNAM, 5 de mayo de 2021.
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