Recuerdo de infancia

Firmada al reverso Plata sobre gelatina Tal como menciona Marta Dahó, la obra de Graciela Iturbide va más allá de lo mecánico del dispositivo o de un estudio etnográfico, emplea a la fotografía como una herramienta para vivir, para conocer y reconocer la diversidad que la rodea, obteniendo así una grata experiencia vital enriquecida por cada encuentro con comunidades de diversas latitudes. En 1969 comenzó su formación el Centro de Estudios Cinematográficos de México, donde Manuel Álvarez Bravo marcó su producción, al introducirla a los preceptos del arte moderno e inclinarse al replanteamiento del nacionalismo de mitad de siglo. A través de su lente ha descubierto y compartido la riqueza cultural del país durante varios viajes. Un claro distintivo de su obra y lo que le ha merecido el reconocimiento mundial es la postura con la que realiza su trabajo, estableciendo relaciones igualitarias y conscientes con las comunidades que ha retratado, tales como los Seris del desierto de Sonora y los Zapotecas de Juchitán. “Son nuestros sueños y pesadillas los que se despiertan cuando orbitamos su obra, cuando ingresamos por las elipsis poéticas e interpretaciones que rompen el borde de las capturas de tiempo y de modo de ser que proponen. Ella construye símbolos, experiencias visuales. Su mirada intercambia —de forma transparente y fluida— lentes de clase, raza o género, que nos muestran revoluciones cotidianas, arraigadas en la tradición, en la historia, en el territorio

”. Fernando Cuevas Ulitzsch. Fuentes consultadas: DAHÓ, Martha y VILLORO, Juan. GRACIELA ITURBIDE.

México. Editorial RM y Fundación MAPFRE, 2018, pp. 9-22 y CUEVAS ULITZSCH, Fernando. “Graciela Iturbide: el acontecimiento hecho imagen”. Colombia. Revista Nómadas de la Universidad Central, abri de 2018, pág. 219. 17 x 26 cm