JUAN CORREA
(MÉXICO, ACTIVO 1674- 1739)
DIVINO ROSTRO
Óleo sobre tela adherida a tabla
Firmado "Juan Correa Ft."
Detalles de conservación, restauración y tabla con fractura
42 x 31 cm
Juan Correa fue uno de los más destacados pintores novohispanos del siglo XVII. De ascendencia mixta, hijo de un pintor portugués y una mujer afrodescendiente, su obra y carrera reflejan la riqueza cultural y racial de la Nueva España. Su formación artística está vinculada al entorno religioso, destacándose como un pintor prolífico, al punto de ser uno de los artistas más solicitados de su tiempo, con obras encargadas tanto por iglesias como por particulares.
El estilo de Correa se inscribe dentro del barroco novohispano,destacando su habilidad para capturar la expresión emocional y espiritual en los rostros de sus figuras, así como la riqueza de detalles en los elementos simbólicos. Su uso vibrante del color, composiciones equilibradas y enfoque devocional lo posicionaron como un referente artístico de la época, junto a su contemporáneo Cristóbal de Villalpando. Influenciado por Murillo y Zurbarán, Correa dominó el manejo de la luz y la expresividad pictórica.
Entre sus trabajos más reconocidos se encuentran "La Asunción de la Virgen" en la Catedral Metropolitana de México y diversas pinturas en el Antiguo Colegio de San Pedro y San Pablo. Su legado perdura en la iconografía religiosa virreinal, dejando una huella significativa en el arte sacro de la Nueva España.
El Divino Rostro, pintado por Juan Correa, es una representación cristológica que exalta la imagen de Jesucristo como el centro del culto y la devoción. Este tema, derivado del sudario de la Verónica, representa el rostro de Cristo grabado milagrosamente en el paño tras su camino al Calvario.
La obra es una manifestación de la iconografía barroca religiosa, destinada a despertar en los fieles un profundo sentido de piedad y adoración. En el Divino Rostro, Correa emplea un magistral uso del claroscuro, con el rostro de Cristo iluminado de manera divina que resalta sobre un fondo oscuro. Este contraste no solo dirige la atención al rostro, sino que simboliza la luz de Cristo en medio de las tinieblas del pecado y la muerte.
El rostro de Cristo es representado con una expresión de sufrimiento sereno, ojos abiertos y mirada compasiva, transmitiendo una combinación de dolor humano y gloria divina. Detalles como la corona de espinas y las gotas de sangre refuerzan la conexión con el sacrificio de la Pasión.
Esta obra no solo es un ejemplo del virtuosismo técnico de Correa, sino también de su capacidad para plasmar la espiritualidad y los ideales religiosos del barroco novohispano, logrando una conexión emocional e íntima con el espectador.
Fuente: Toussaint, Manuel. Pintura Colonial en México. México: UNAM, 1982. Segunda edición. p.135-159. Elisa Vargaslugo, José Guadalupe Victoria, et al., Juan Correa, su vida y su obra, catálogo, t. II, p. 20.
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