PASEO DE LAS CADENAS
MÉXICO, 1851
Óleo sobre tela
Firmado y fechado: Lòpes, 1851
Detalles de conservación
70 x 56 cm
Esta obra representa una vista nocturna del paseo de las cadenas, ubicado en el ángulo suroeste del atrio de la catedral metropolitana y encabezado por la cruz de Mañozca, a los pies de la que reposan personajes noctámbulos de la época. En la historia de la Plaza Mayor de la ciudad de México, el Paseo de las Cadenas es el ejemplo representativo de cómo el espacio residual entre la plaza y el atrio de la catedral se convirtió en un espacio de uso colectivo donde se materializaron las relaciones entre los habitantes de la ciudad, el poder civil y el religioso. El espacio entre la plaza y las cadenas era un espacio abierto que fue adquiriendo un uso diferente. Las personas que salían de los servicios religiosos le dieron una actividad momentánea, que tenía que ver con lo familiar, con el encuentro o el desencuentro. El uso diario lo dotó de la consideración de un paseo o espacio público porque allí se congregaban grupos de gente, se promovían los encuentros sociales, el ritual y la interacción, era gratuito y permitía la libertad de acción. Así lo registró Carl Nebel entre 1829 y 1834 con las cadenas limitando un espacio que aún no adquiría la distinción de un paseo público.
Una vez terminados los oficios religiosos, las personas lo comenzaron a usar para reunirse o platicar, los vendedores ambulantes se situaron en él y las cadenas se convirtieron en asientos de aquellos o aquellas que hacían un alto en su cotidianidad para disfrutar el paso de las personas. "El sol de la mañana apenas permitía estar un rato en las cadenas, damas y caballeros se refugiaban en el Portal de Mercaderes, en donde verdaderamente venía a verificarse el paseo iniciado desde las puertas del templo". Entre 1840 y 1860 esta misma escena se repetía en las noches de los días festivos o bien en las noches de luna clara. Poco a poco estas 150 varas de largo y seis de ancho se fueron convirtiendo en un paseo cotidiano para los habitantes de la ciudad. No era un paseo como lo demandaban los cánones, es decir, espacios arbolados, recreativos, planeados de antemano para ser recorridos, era un paseo creado espontáneamente por los propios habitantes de la ciudad. Dos hechos contribuyeron a que el Paseo de las Cadenas aumentara su preferencia en el gusto de los habitantes de la ciudad: el uso del alumbrado público y la existencia de cuerpos de vigilancia como la policía nocturna, ambos permitieron la utilización de los espacios urbanos como escenarios para la distracción y el aprovechamiento del tiempo libre. Así, se incrementó la asistencia a las tertulias, teatros, cafés, fondas, tabernas, etc.
Fuente: Regina Hernández Franyuti, Un espacio entre la religión y la diversión: el Paseo de las Cadenas (1840-1860), Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas. vol.29 no.90. Ciudad de México, 2007.
Available payment options