RETRATO DE CABALLERO HOLANDÉS
MÉXICO, SIGLO XIX
Óleo sobre tela
Detalles de conservación. Desprendimientos de capa pictórica y humedad. Reentelado
105 x 82 cm
Resultan sumamente fascinantes las representaciones de los miembros de la sociedad civil holandesa, que durante el siglo XVII desempeñaron un papel clave en el desarrollo de la vida pública. A diferencia de lo que ocurría por aquel entonces en otras naciones europeas, en las que el poder estaba en manos de la aristocracia o de la jerarquía religiosa, en Holanda mandaba la burguesía, integrada en su mayoría por influyentes banqueros y hábiles comerciantes, los verdaderos artífices de la Edad de Oro holandesa. En casi todas las obras de este tipo llama la atención el tratamiento de la luz y la manera especial de iluminar los rostros de los personajes, una técnica propia de la pintura holandesa de la que Rembrandt fue el maestro indiscutible. Las instituciones de tipo social o caritativo tenían también por costumbre inmortalizar a sus miembros en grandes cuadros que decoraban sus sedes. Se trataba de retratos de regentes e incluso regentas, que dirigían los asilos y orfelinatos. Estas pinturas suelen tener un tono más austero, acorde con el rigor y la respetabilidad que ostentan estos personajes, procedentes de la clase alta y acomodada. Esta obra es una copia realizada seguramente por algún estudiante de la Academia de San Carlos en México, en donde era común copiar las obras de los grandes maestros de la pintura, como es el caso de Rembrandt, con el fin de acercarse de manera más precisa a los distintos períodos y sus fórmulas de representación.
Fuente: “La edad de oro del retrato holandés en el Ermitage”, Revista descubrir el Arte. Febrero 2015.
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