JOSÉ DE IBARRA
(MÉXICO, 1685-1756)
SAN FRANCISCO DE PAULA
Óleo sobre tela
Firmado al frente "Joseph de Ibarra Fecit."
Detalles de conservación y repintes, restauración
84 x 67 cm
José de Ibarra, hijo de afrodescendientes libres, nació en la ciudad de Guadalajara en 1685. Se mudaría con su padre, un cirujano barbero viudo, a la Ciudad de México hacia 1700, donde, pese a su origen mulato, serían considerados españoles por su estatus social. Su primer maestro fue el también mulato Juan Correa, con quien a los dieciséis años, aprendería sobre la preparación de lienzos, trazo de composiciones y combinaciones cromáticas como asistente en su taller. Posteriormente colaboraría como oficial con los hermanos Rodríguez Juárez en su academia, cuyo importante legado pictórico habría de heredar Ibarra, sentando las bases creativas y técnicas para su taller, desde el cual se producirían docenas de piezas que llegarían tanto al Virreinato de la Nueva España como al Virreinato del Perú, su prolífica producción lo haría acreedor a ser reconocido como “Maestro pintor”.
Ibarra es considerado uno de los artistas más importantes del siglo XVIII en la Nueva España, no solamente por su capacidad y talento, sino también por promover el reconocimiento social e intelectual del gremio de pintores a través de un frente común de artífices que abogaba por la integridad de su quehacer, exigiendo la profesionalización y promulgación de regulaciones en la práctica pictórica dentro del virreinato, además de encabezar una renovación estilística en la pintura de la época, al modificar la sistematización del lenguaje visual en la representación de afectos, mediante un amplio repertorio de gestos y ademanes en rostros y manos, así como el uso de una nueva paleta cromática que buscaran exaltar de manera efectiva la complejidad detrás de las emociones de los personajes, empleando como referentes visuales obras de manufactura italiana y francesa del siglo XVII.
Ibarra retrata a San Antonio de Paula, ermitaño y fundador de la Orden de los Mínimos, con su característico hábito franciscano y larga barba grisácea, en un espacio abierto entre las montañas donde vivía como anacoreta. A través de su rostro podemos apreciar la gran habilidad del artista para transmitir gestos de esperanza y resiliencia, entre las facciones maltratadas por la intemperie de un personaje que no baja la mirada ante las adversidades que enfrenta quien ha decidido seguir a Dios sobre cualquier comodidad material.
Fuente: Mues Orts, Paula y Pardo Hernández, Berenice. “José de Ibarra, el lenguaje del afecto”, Catálogo de exposición. Museo Amparo, 2021.
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