JOSÉ MARÍA VELASCO
(México, 1840 - 1912)
Valle de México desde el Tepeyac
Firmado y fechado 1900
Óleo sobre tela montado sobre aglomerado de m
Procedencia: Adquirido en Andrew Crispo Gallery en Nueva York.
Publicado en: ALTAMIRANO PIOLLE, María Elena. José María Velasco. Paisajes de luz, horizontes de modernidad. México. DGE/Equilibrista, 2006, pág. 383, 478.
-ALTAMIRANO PIOLLE, María Elena, Homenaje Nacional a José María Velasco. México. CONACULTA, 1993, vol. II, pág. 419.
Exhibido en: "Homenaje Nacional. José María Velasco (1840-1912)" en el Museo Nacional de Arte de la Ciudad de México de julio a octubre de 1993.
Con etiqueta del Museo Nacional de Arte de la Ciudad de México.
Presenta detalles de conservación y restauración.
"El azul del cielo del Valle tiene una pureza de esmalte. Las nubes que en el cielo navegan, una consistencia de mármol. Los crepúsculos alcanzan variedades increíbles, pero raramente y sólo por excepción surgen colores inesperados. Aun entonces, una cortina de polvo finísimo atenúa los colores que de otro modo serían demasiado cálidos. Esa cortina de polvo se formó, silenciosa e insensiblemente, en los lagos de la vieja Anáhuac, hoy desecados".
Como parte de su meticuloso proceso para la realización de paisajes, Velasco solía acampar directamente en los mismos lugares que buscaba representar. Ahí realizaba bocetos, estudios y apuntes a la intemperie, como preparación previa para materializar fielmente los elementos compositivos del espacio conforme a su visión, por lo que muchos de sus paisajes fueron diseñados e ideados in situ. Sus obras presentan una convergencia entre emoción y razón, el resultado de una metódica conceptualización sistemática devenida de la profunda contemplación personal del espacio.
Dentro de sus paisajes, Velasco retrató la faz idílica del territorio nacional, definiendo diestramente sus rasgos más icónicos para enaltecer las prominentes características de sus diversos entornos naturales. A través de su pincel retrató el "rostro" de lo que fue ese México desde todos sus perfiles, representando sus protuberantes formaciones volcánicas, sus vastos y áridos suelos con verdes destellos de frondosa vegetación y sus acotados asentamientos urbanos. Una imagen de nación construida desde la más pura sensibilidad y el cientificismo más severo, que permanecería vigente cual retrato oficial durante las décadas porvenir.
Por sus cualidades plásticas, esta pieza es un ejemplo clásico de un paisaje de Velasco dentro de su amplio cuerpo de obra al presentar una de las múltiples vistas que realizaría del Valle de México, en este caso, desde el cerro del Tepeyac. A primera instancia podemos constatar su maestría en la reproducción de elementos minerales con los conjuntos de roca basáltica retratados, así como su dominio de la perspectiva mediante la sensación de lejanía que se extiende hasta la Sierra Nevada y los volcanes Popocatépetl e Iztaccíhuatl asomándose al horizonte cubiertos de nieve y difusos entre la niebla.
Fuente: VILLARUTIA, Xavier. José María Velasco, pintor del Valle de México. México. Excélsior (Diorama de la Cultura), 1950.
75 x 105 cm
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